EDITORIAL Nº 70

Esther Pujol

Hace dos años tuve la oportunidad de asistir a la feria ITMA que se celebró en Barcelona. Bueno, a decir verdad, la feria tuvo lugar en el recinto ferial Gran Via que está ubicado en el término municipal de L’Hospitalet del Llobregat (al César lo que es del César…).  

Como era habitual antes de la pandemia por SARS-CoV-2, la feria fue presencial, había colas para entrar, aglomeraciones puntuales en estands muy interesantes y también en restaurantes y servicios. Tampoco se mantenía una distancia perimetral y, de hecho, los y las comerciales buscaban la proximidad y las distancias cortas en sus tratos siguiendo las indicacions básicas de los manuales de venta y negociación. Además, la mayoría de los asistentes podíamos vernos las caras sin impedimento alguno. Digamos que eran unas situaciones normales para un evento de este tipo antes de la llegada a nuestras vidas del “Virus  y sus variantes”, que bien pudiera ser el título de una obra de teatro de tipo vaudeville con restaurantes que se abren y se cierran sin sentido…  

¡Qué diferentes han sido todos los eventos desde marzo de 2021!

Por pura casualidad, las fechas del evento coincidieron con mi cumpleaños y uno de los grandes regalos que no olvidaré fue poder compartir una visita guiada por los pabellones de la feria con un nutrido grupo de estudiantes del ramo textil. En grupos reducidos nos plantamos ante las pantallas informativas, nos aproximamos a los veloces e hipnóticos telares y nos acercábamos en corrillo a las explicaciones de expertos técnicos y vendedores, tan cerca que las cabezas casi se tocaban para poder escuchar bajo el fragor de las máquinas, las ruidosas conversaciones en idiomas exóticos y las idas y venidas de visitantes, propietarios, comerciales y personal de servicios.

¡Qué diferente ha sido la interacción personal desde el inicio de la pandemia!

Como profesor universitario ha sido muy frustrante no poder interactuar de una forma “humana” y tener que dar muchas clases telemáticas y pocas presenciales. Y estas últimas las ha tenido que dar medio amordazado ante una audiencia embozada tras máscaras de variopintos colores sin poder captar, mediante la expresión facial que tanto nos ayuda como docentes, si lo que se explica se sigue, si hay sueño, cansancio, hambre o, en el peor de los casos, pérdida absoluta del hilo de la explicación.

¡Qué sorprendente es el mundo global interconectado!

Este último año y medio ha sido duro. Personalmente creo que la situación era impredecible, aunque algunos expertos ya alertaron de la fragilidad ante las pandemias de nuestra sociedad tan conectada pero tan poco colaborativa. Creo que al principio nadie pensó en un escenario como el actual, con una miríada de medidas de contención diversas, inconexas y a veces contradictorias entre países, comunidades, municipios y, desgraciadamente, hasta escaleras de vecinos. La pandemia tal vez se podría haber previsto, sus consecuencias seguramente no. Y mucho menos las consecuencias sobre la economía del sector textil tan influenciadas por el “imperio del centro”, zona cero de la distribución de muchas cosas.

Otra cosa muy diferente era predecir el aumento del precio de la electricidad y de la energía en general… Una sociedad hiperconectada donde la tendencia es la cocina por inducción y el microondas, las aspiradoras son autónomas y se conectan vía wifi y millones de personas cuelgan billones de fotografías en servidores informáticos que consumen energía para funcionar y para refrigerarse, debe tener claro que depende de la energía. Y, por supuesto, no solamente los particulares. Las empresas dependen de la energía, de su calidad y especialmente de su precio para poder trabajar, para generar riqueza y ofrecer puestos de trabajo, para sobrevivir después de una pequeña hecatombe que ha puesto el mundo patas arriba. Quede clara mi postura: la industria que produce tiene que poder producir y para ello la electricidad es fundamental. Si el precio no baja, la única pregunta relevante en la próxima feria de maquinaria será “¿y cuánto consume?

¡Qué diferente tiene que ser el mercado energético para poder mantener nuestra industria”!

El exorbitante precio de la electricidad no puede seguir subiendo y quien contribuya a su descenso facilitará la recuperación económica. Quien lo consiguiere, ya sea cambiando el cálculo o reduciendo impuestos, deberá ser aplaudido por su logro (al César lo que es del César… si se lo gana). 

Jorge Macanás de Benito
Vocal de la Junta AEQCT



Modify cookies