EDITORIAL Nº 67

Esther Pujol

Más allá de las interpretaciones

No cabe duda de que todos los sectores y por supuesto el textil, especialmente cuestionado a nivel mediático, estamos cambiando productos, procesos y normativas en favor de ser industrias sostenibles. Por supuesto cualquier mejora en este sentido es necesaria, y ni que decir tiene, más que bienvenida. Aún así es de justicia ser exigentes y no caer en la tentación del ya conocido green washing. Actuar de forma coherente y colaboradora porque la realidad es que conjugar en algo tan complejo como una prenda, un producto de moda hogar o un artículo de moda deportiva: diseño, calidad, rentabilidad, competitividad en el mercado y sostenibilidad no es fácil en la práctica, aunque estemos de acuerdo todos con el “There is not a planet b”. El objetivo es tan imprescindible como exigente, por lo que sin aunar fuerzas puede ser más complejo y sobre todo más lento, cuando además el tiempo no juega de nuestro lado.

De entrada no deja de ser sorprendente que aún no se cuente con un marco regulatorio único cuando de lo que hablamos no sólo es una problemática global, si no que requiere de una solución contundente, común y ágil.

Es alentador ver como cada vez hay más iniciativas y cómo lo que fueron en un inicio tímidos movimientos incomprendidos se  han convertido en el detonante para que gobiernos, instituciones, empresas y cada uno de nosotros nos pongamos en marcha para preservar nuestro entorno y garantizar el bienestar de las futuras generaciones.

Es magnífico que algunos de los primeros manifiestos sean  hoy referentes a nivel mundial: la Fundación Ellen MacArthurel movimiento cradle to cradle, de la cuna a la cuna, impulsado por Michael Braungart y William McDonough, las reivindicaciones de Bea Johnson el movimiento Zero waste, del que es difícil precisar un origen pero que supone un buen ejemplo de reivindicación social; y cómo no que cada vez haya un mayor reconocimiento por el trabajo exhausto de organizaciones que no han dejado nunca de luchar por nuestro planeta como Greenpeace, Canopy o ZDHC entre otras.

Aún así es necesario pisar el acelerador. También, al hacerlo, actuar de forma equilibrada a la vez que rigurosa. Impulsar el uso de materias sostenibles de las que pueda haber suministro real. Aplicar las buenas prácticas conocidas en todos los territorios sin excusar que las legislaciones, por muy locales que sean, consientan la contaminación de sus recursos que son, a la vez, los de todos.

Invertir y apoyar incondicionalmente el I+D y favorecer la transparencia, no sólo del largo itinerario que supone la cadena de suministro de una producción textil, también de aquellos conocimientos y avances que permitan hacer mejor las cosas sobre todo en los casos en los que no tenemos aún gran experiencia como los reciclados sintéticos, los nuevos biopolímeros o el uso de auxiliares alternativos, donde sería deseable una comunicación constante y generosa. 

Respecto a este último comentario añadir que es muy grato cuando empresas, profesionales, laboratorios, universidades y centros tecnológicos demuestran su grandeza compartiendo sus experiencias. En la Asociación somos testigos de ello y lo valoramos, y agradecemos, enormemente.

Estamos en el buen camino pero hoy la sostenibilidad tiene aún varios enfoques. Puede entenderse como un reto, una ventaja competitiva, una coartada, una normativa o una certificación más con mayor o menor credibilidad, una etiqueta, un hashtag para acompañar a nuestras publicaciones y generar mayor engagement, un ideal o una tendencia pasajera… pero si valoramos lo que está en juego realmente debería ser, para todos, una obligación. Un único objetivo común e irrenunciable, porque no sólo es que no haya un planeta b, es que al que tenemos, se le debe.

Irene Fariña
Vocal de la AEQCT



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