EDITORIAL Nº 47

Esther Pujol

Los que nos dedicamos de alguna manera al negocio Textil sabemos que hace tiempo que se trabaja duro en pro de hacer de la nuestra una industria sostenible, entendiendo por sostenible que sea respetuosa con el medio ambiente, que las personas que trabajan en ella lo hagan en las condiciones adecuadas, con un salario digno, y que el producto final de la misma no contenga substancias que puedan ser perjudiciales para el usuario final y el entorno natural.

Hasta hace poco el consumidor final valoraba casi exclusivamente el precio, la calidad…  pero no se planteaba bajo qué estándares se había fabricado la pieza que acababa de adquirir, ni la posibilidad de que esa prenda pudiera “contaminar” su salud de alguna manera.

 Afortunadamente esta manera de pensar está cambiando, y ahora los consumidores están requiriendo también artículos en los que se haya respetado el medio ambiente durante su fabricación. Además, los clientes de las empresas comercializadoras no quieren sentirse cómplices de industrias que no respetan los Derechos Humanos, llegando a utilizar incluso menores y mano de obra esclava. Y, cada día más, se exige que se garantice que la prenda que adquirimos no contenga elementos perjudiciales tóxicos para nuestra salud. 

Como decía un compañero de la AEQCT, estas exigencias de sostenibilidad son una oportunidad para nuestra industria local. Es más fácil garantizar la sostenibilidad durante toda la cadena productiva cuando el producto se ha fabricado aquí que no cuando viene de otras regiones del mundo. Además, la reglamentación laboral europea asegura unas condiciones laborales dignas para los trabajadores del sector. Y sabemos que llevamos décadas trabajando en favor del respeto al medio ambiente (optimizando procesos para minimizar los consumos tanto de agua, electricidad y productos químicos, reciclando siempre que sea posible, depurando nuestros vertidos, prohibiendo el uso de determinados productos químicos que se consideran perjudiciales para el medio ambiente, entre otras muchas iniciativas). Y no debemos olvidar que nuestro sector está dotado de elementos de certificación legal y de carácter externo que avalan la mínima e incluso la no presencia de ciertos tóxicos en el artículo final

Sin embargo, a pesar de haber alcanzado unos niveles de control de proceso y producto elevados en cuanto a sostenibilidad, no hemos sabido transmitir al consumidor final este precioso valor añadido que tienen nuestros textiles europeos. ¿Qué podemos hacer para llegar al consumidor final y convencerle de que siempre que compre un producto textil debe preguntarse si realmente esa prenda (o sofá, o cortina, o toalla…) cumple con sus expectativas, no sólo en cuanto a precio y calidad, sino que además las cumple como elemento que ayuda a asegurar un planeta sostenible, una industria más justa, y que su salud no esté comprometida?

No es tarea fácil, pero es una cuestión muy importante si deseamos que nuestros esfuerzos sean reconocidos y compensados.

ANTÒNIA  DOMÍNGUEZ

Vocal de la Junta Directiva de la AEQCT









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