Reducción del impacto ambiental de la Industria Textil.
Se podría decir, y no creo que me equivoque mucho, que en lo que llamamos “primer mundo” la mayoría de las personas podría vestir y cambiarse diariamente con el 25% de la ropa que se tiene en el armario. Y no sólo eso, se ha pasado de adquirir 3-4 prendas nuevas por temporada a renovar el armario un mínimo de 2 veces al año. Las prendas de vestir han pasado de ser algo necesario (tapar la desnudez, protegerse del frío, etc.) a ser algo efímero, de usar y tirar. Este cambio en los hábitos de consumo de prendas textiles en nuestra sociedad se produjo por la irrupción en el mercado de textiles provenientes de otras regiones del mundo a un precio muchísimo más bajo del habitual y por lo tanto más asequible. Y a esto se sumó el interés por ganar más y más de las compañías que se dedican a comercializar prendas textiles que vieron un filón con la “moda rápida”, el cambio rápido de las tendencias en moda que “obliga” al consumidor a renovar su armario frecuentemente para seguir vistiendo “a la última”. Y todo ello ha provocado un aumento espectacular de la producción textil a nivel global, habiéndose más que duplicado dicha producción en los últimos 15-20 años.
Es por tanto muy lógico pensar que uno de los puntos clave para conseguir un sector textil más sostenible es el de “concienciación del consumidor”. Para ello y en primer lugar la persona que adquiere una prenda debería disponer de información acerca del impacto ambiental que ha tenido su fabricación (consumo y contaminación de agua), su transporte (en términos de huella de Carbono, CO2 enviado a la atmósfera) y el coste ecológico como residuo que representa una vez ya no se usa. Disponer de esa información en cada una de las piezas que adquirimos ayudaría a esa concienciación. ¿Pero cuántas firmas comerciales de moda estarían dispuestas a dar esa información de forma gratuita? Y, ¿Quién verificaría que esa información es correcta?
Además, disponer de esa información tampoco sería suficiente, al menos a corto plazo. La mayoría de la gente piensa sólo en su presente y ahora, en seguir vistiendo a la última con el mínimo impacto en su bolsillo. Lamentablemente, para la mayoría seguiría siendo más importante el precio de la prenda que su impacto medioambiental. Y esto va a ser así durante mucho tiempo.
Por lo tanto y a corto plazo deben ser las instituciones europeas las que creen directivas que acaben con este consumo excesivo e inconsciente. Soy consciente de que ya se han empezado a tomar medidas al respecto, medidas centradas en la reducción de residuos a través del uso de materiales fáciles de reciclar (menos mezclas de fibras, aumento de la calidad – durabilidad de las prendas), en exigir procesos que minimicen la liberación de microplásticos, en pedir a las empresas la reducción del número de colecciones, etc, etc. No obstante, creo que esas medidas son insuficientes para acabar con la ya tan arraigada cultura actual de la “moda rápida”, el “usar y tirar”. Los malos hábitos de consumo que fomentan la situación actual sólo se pueden atacar mediante medidas económicas que afecten directamente al bolsillo del consumidor. No permitir que haya en el mercado prendas textiles a esos precios. Establecer precios mínimos que tengan en consideración el impacto ambiental global de toda la cadena. En mi opinión es lo único que puede frenar de una manera efectiva el consumo impulsivo y masivo de prendas textiles.
Antonia Domínguez
Vocal de la AEQCT
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